Con una mano se protege, con la otra se destruye: una tendencia que no deja de repetirse

El Parc Natural de l’Albufera cumple 35 años. En 1986 se declaraba esta área como el primer espacio protegido de la Comunitat Valenciana. Ese mismo año, en paralelo, el entonces alcalde de la ciudad y el presidente del Puerto Autónomo de Valencia firmaban el convenio para la ampliación sur del puerto. Mientras se paralizaba la destrucción de l’Albufera, se sentenciaba la aniquilación de la playa de Nazaret y la degradación de un barrio costero, transformándolo en suburbio portuario.

Con una mano se protege, con la otra de destruye. Es una tendencia que no deja de repetirse.

 Valencia es una referencia mundial en regeneración dunar. Llevamos décadas invirtiendo en la recuperación de las dunas de l’Albufera, destruidas con los planes de urbanización de la Devesa. No es tarea fácil, pero los éxitos conseguidos atraen las miradas de los gestores de otros espacios con problemas similares, que replican las metodologías de renaturalización ensayadas aquí.

Mientras tanto, se continúa invirtiendo dinero público en nuevas ampliaciones del Puerto de Valencia, con el consecuente aumento de la regresión costera en las playas del sur. Estamos siendo testigos de cómo las tormentas se llevan mar adentro las nuevas dunas, sin posibilidad de regeneración natural por falta de sedimentos. 

 El puerto en 1956, con la playa de Natzaret y La Punta marcada en amarillo.

Primero se destruyeron las dunas para urbanizar, luego las reconstruimos para potenciar la biodiversidad y por último volvemos a invertir en una infraestructura (el Puerto) que las condena a una muerte segura. Considerando la tendencia actual y pensando a largo plazo, si las cosas no cambian el mar conquistará l’Albufera. ¿Nos plantearemos entonces la regeneración dunar junto a la pista de Silla? Es una pregunta tan ridícula como factible.

El puerto también amenaza la comarca de l’Horta Nord. Un gran puerto necesita grandes accesos y esta huerta, recién protegida con una ambiciosa regulación, tendrá que sufrir de nuevo los arañazos de nuevas infraestructuras de transporte. No se puede invertir en el Puerto y a la vez querer proteger l’Albufera y la Huerta de Valencia. Es incompatible. 


El Puerto en la actualidad, tras la destrucción de la playa de Natzaret por la ampliación sur.

Otro ejemplo: la ZAL. Se destruye huerta para habilitar una zona de actividades logísticas del Puerto. Se expulsa a habitantes de la Punta que durante generaciones poblaban este agroecosistema tan valioso. Años después, el asfalto que cubrió las huertas sigue desierto. Se desahució a gente mayor, sacándoles de sus alquerías y empujándoles a pasar sus últimos días en pisos… para nada. Una ZAL inacabada podría justificar su reversión y la recuperación de la huerta que tantos colectivos reclaman. Pero no. Según algunos la ZAL es irreversible.

Sin embargo, la naturalización del cauce nuevo del Turia como conector fluvial ecológico (una obra tan faraónica como territorialmente necesaria a nivel ambiental) sí se considera viable. Con una mano se consolida la destrucción de huerta, con la otra se planifica la creación de nuevos espacios verdes.

Se están anunciando ambiciosas ayudas para intervenir sobre l’Albufera. Grandes proyectos para mejorar sus condiciones. Pero a algunos, a los que por desgracia la ingenuidad se nos va acabando, tendemos a pensar que preferiríamos menos grandes proyectos, más presupuestos ordinarios y más coherencia política. ¿Cómo? Menos puerto, más huerta, más agua para l’Albufera, un PRUG (Plan Rector de Usos y Gestión) que acabe con una década sin ley en el Parque Natural y más recursos para su cumplimiento y para la gestión del día a día.


*Artículo publicado en el número 3 de 'L'Amfibi' 

Opinión
Javi Jiménez Romo

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